El conflicto en torno al P. Kentenich- Intento de una visión de conjunto – Joachim Schmiedl

Introducción editorial

Los fundadores en la Iglesia no la tienen fácil. Es inevitable que además de ser valorados por sus seguidores, sean rechazados, incomprendidos, malinterpretados por otros. ¿Por qué una nueva fundación? ¿Por qué no sumarse a lo que ya existe? ¿Por qué una perspectiva distinta a la que teníamos? ¿No nos quitará identidad, fuerzas, poder? 

El P. José Kentenich (1885 – 1968), fundador del Movimiento de Schoenstatt, no es la excepción. Se resistió a creer en un Dios que espera que cumplamos simplemente con obligaciones, para agradarle. Se abrió a la realidad más profunda del alma humana, para descubrir allí el anhelo de amar a Dios y de ser amado, y sentirse llamado a cumplir una misión para el mundo, en libertad y como camino de realización personal.

Así descubrió la importancia de las causas segundas -todo lo creado por Dios, que es causa primera-, como medio para llegar a Él. Comprender los procesos psicológicos humanos y ayudar a sanar heridas, desvíos, inmadurez, a través de vinculaciones humanas y procesos pedagógicos fue para él una misión personal que iba mucho más allá de lo que se consideraba en su tiempo como “ser buen católico”. 

Hacia los años 50’ Schoenstatt se expandía por el mundo, y la Iglesia quiso conocer su carisma y misión. El P. Kentenich fue enviado a un exilio que duró 14 años, y luego de ser investigado a fondo por diversas instituciones vaticanas, el Papa Pablo VI lo restituyó al Movimiento con todas las funciones propias de un fundador. 

Hoy, cuando su proceso de canonización se encuentra en marcha en la diócesis de Tréveris, salen a la luz a través de publicaciones, antiguas acusaciones contra él, la mayoría de las cuales fueran evaluadas minuciosamente por la Santa Sede. Dichos reportes generan que el carisma de P. Kentenich y de Schoenstatt sean expuestos más públicamente, y permiten que la Iglesia se confronte con el mismo. 

Surgen así investigaciones que exhiben sucesos que ayudan a comprender acusaciones de un reducido grupo de hermanas de Schoenstatt contra el P. Kentenich en los años 50’. Las publicaciones se dan en un contexto que no relaciona el tiempo en que los hechos sucedieron, la realidad de quienes los reportan, la motivación de quién provocó que dichas afirmaciones se expresaran de tal forma, y otros elementos imprescindibles para ser capaces de comprenderlos en el contexto del carisma del fundador de Schoenstatt. 

A continuación transcribimos un escrito del P. Joachim Schmiedl, Padre de Schoenstatt, profesor de Historia de la Iglesia en la Facultad de Filosofía y Teología Vallendar y jefe de Redacción de la revista de análisis científico Regnum, de Patris Verlag.

Intento de una visión de conjunto

Joachim Schmidl para la revista Regnum, año 55 (2020), número 4

Recientemente se abrieron los archivos de la Congregación para la Fe (ex-Santo Oficio) relativos al pontificado de Pío XII. Las publicaciones de hallazgos hechos en ellos dieron pie a un intenso debate dentro y fuera del Movimiento de Schoenstatt sobre qué es lo que realmente aconteciera hace ahora setenta años. Más allá de toda la buena voluntad, apertura y transparencia, se puso rápidamente en evidencia que no basta con la publicación de algunas cartas. En los archivos de las comunidades de Schoenstatt, de los palotinos, de los obispados alemanes (sobre todo Tréveris y Limburgo), así como en los archivos romanos, se encuentran miles de páginas de material para cuya comprensión son necesarios ingentes estudios. En las páginas que siguen se intentará trazar algunas líneas para aclarar contextos. Al hacerlo se hará un discernimiento de fases que se superponen y en cuyo punto central se hallan sin duda ambas visitaciones de las Hermanas de María, la de 1949 y la de 1951-1953, las que, a su vez, presentan una historia previa y una posterior.

1934-1940: Una confrontación teológica

En los años treinta se publicaron los primeros escritos del Movimiento de Schoenstatt. La solicitud del “imprimatur” episcopal ante las autoridades competentes de Limburgo y Tréveris estuvo permanentemente ligada a dificultades.

Los primeros problemas surgieron en 1934 con el texto “El árbol de la vida como símbolo del Movimiento Apostólico”. El obispo de Limburgo, Antonius Hilfrich, criticó lo “original” y las “ideas peculiares” de Schoenstatt. Una fundamentación muy importante de tal crítica era que eso iría en “perjuicio de la Acción Católica”, pondría en peligro la “homogeneidad de la Acción Católica”.(1) Una razón perfectamente comprensible si se tiene en cuenta el telón de fondo de las luchas contra el nacionalsocialismo por las restricciones impuestas a las asociaciones católicas. Pero cuando el P. Kentenich respondió que “precisamente nuestro ideal, siempre mantenido en alto, es construir nuestro Movimiento orientándonos exclusivamente por una sana dogmática y sobre los cimientos de una espíritu de fe sencillo, simple, a fin de dar un ejemplo concreto al mundo de hoy de la vitalidad y fuerza plasmadora de las verdades católicas para la situación actual”,(2) surgieron diferencias justamente en la manera de entender la dogmática. Mientras que los censores y peritos teólogos del seminario de Tréveris y de la Facultad de Teología San Jorge fundaban sus argumentaciones en la teología neoescolástica, que era la que se prescribía por entonces, y por eso no querían tolerar ninguna peculiaridad carismática, ni siquiera en la terminología, a Kentenich le interesaba generar puntos de enlace para una recepción actualizada de las verdades de la fe, una recepción personal y comunitaria. Los peritos advirtieron “sobre un uso y difusión de un lenguaje inusitado”.(3)

Los dictámenes teológicos se extendieron por la segunda mitad de los años treinta y se referían, además de a escritos menores como “Aportaciones para una valoración crítica de Schoenstatt” (1935), a otros como “La pedagogía de Schoenstatt ejemplificada en José Engling” (1936, de la pluma de Alexander Menningen), “La santidad de la vida diaria” (1937, de la Hna. Annette Nailis), la disertación de Ferdinand Kastner y su publicación en el libro “La cristificación mariana del mundo”, y la “Ascética orgánica” de Hermann Schmidt. Las objeciones calaron hasta en los detalles y a menudo apuntaban a algunas expresiones particulares. Lo mismo sucedió con el necesario permiso de impresión que debía dar el obispo para libros de oración y cantos. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, el Movimiento de Schoenstatt no era ninguna tábula rasa para los obispos de Tréveris y Limburgo, ni tampoco para el obispo auxiliar de Bamberg, Arthur Michael Landgraf, especialista en la dogmática de la Alta Escolástica carolingia.

1943-1949: El plano de la Conferencia Episcopal

El siguiente segmento puede tratarse brevemente; véase para ello mi artículo publicado en esta revista.(4) Punto de partida fue la frase que se halla en el dictamen del arzobispo de Friburgo de Brisgovia, Gröber, de 1943: “Los ‘schoenstattianos’ que trabajan intensamente en el área pastoral conforman dentro de la diócesis una especie de Estado dentro del Estado, con una central y una organización aparte, y con una ascética ‘orgánica’ y una dogmática propias”. En razón de que durante la guerra no pudieron darse nuevos pasos, particularmente al tener en cuenta que el fundador se hallaba en el campo de concentración, una vez finalizada la contienda mundial se retomaron los esfuerzos por disciplinar al Movimiento. En el ambiente flotaba la propuesta, varias veces hecha, de elevar la causa Schoenstatt al Santo Oficio. Pero los obispos no se decidían a hacerlo. Redactaron “normas” que promulgaron en el verano de 1948, pero que transmitieron recién un año más tarde al Movimiento. Entre tanto tuvo lugar la visitación episcopal de las Hermanas de María.

1942-1953 El nuevo tipo del instituto secular – Las Hermanas de María

El 1ro. de octubre de 1926 se fundó la comunidad de las Hermanas de María. Ellas se concebían como una comunidad familiar, basada en el así llamado “principio parental”: el fundador, P. José Kentenich, y la superiora general, la Hna. Anna Pries, presidían juntos la comunidad, en aplicación análoga de la estructura de una familia de sangre. De ahí que al comienzo no se hubiese previsto límites a los períodos de ejercicio de esos cargos. En los primeros años de la comunidad, el P. Kentenich desarrolló intensas relaciones pastorales con muchas Hermanas que se confiaron a él, y cuya vida espiritual él acompañó mediante intensos contactos personales y epistolares. Así como en los años treinta la Alianza de Amor con la Sma. Virgen se había profundizado desarrollando el espíritu de la entrega total (Poder en Blanco e Inscriptio), así también en la relación entre el fundador y las Hermanas se generó una usanza específica. Esta se expresó en formas de oración ya conocidas en la tradición de las órdenes religiosas, formas ligadas a determinadas posturas corporales (arrodillarse, inclinación profunda, postración), y se expresó además en el “examen filial”.(5) La comunidad custodió como un tesoro especial esos puntos culminantes de la vivencia espiritual personal.

Con el encarcelamiento del P. Kentenich, el 20 de septiembre de 1941, y su posterior traslado al campo de concentración de Dachau, en marzo de 1942, ya no fue posible el contacto personal ni epistolar con una u otra Hermana. El gobierno de la comunidad se realizó mediante cartas enviadas clandestinamente a las Hermanas responsables y mediante instrucciones escritas en forma de versos en el así llamado “Espejo del Pastor”. De este modo cambió también la relación entre las Hermanas y el fundador:

“Nuestra generación mayor ha sido educada individualmente. Tuvo que ser así porque me interesaba detectar la intención de Dios para con el individuo y la comunidad observando primeramente la vida espiritual de las Hermanas. Y asimismo me interesaba generar una atmósfera global que tuviera en cuenta las sanas necesidades de cada persona. Una vez alcanzado ese objetivo, la vivencia individual había de ceder paso a la comunitaria, tal como se aprecia en el caso de los cursos más jóvenes. Por esa vía se generó una tensión entre la generación mayor y la joven; tensión que todavía no ha sido superada. A la generación joven no le resulta difícil utilizar la palabra ‘padre’ (6) en poemas, oraciones, cartas, y a veces incluso en el trato personal, mientras que la generación mayor prefiere conservar esa palabra en lo hondo de su corazón y no verbalizarla”.(7)

Luego de 1945 el P. Kentenich permaneció la mayor parte del tiempo en el extranjero. De marzo de 1947 a enero de 1950 estuvo solo dos semanas en Alemania y Schoenstatt. Desde Sudamérica, Sudáfrica y los EE.UU. acompañó el proceso de reconocimiento canónico de las Hermanas de María como instituto secular. A pesar del intenso contacto epistolar, las Hermanas estaban libradas a sí mismas. De ahí que se llegase a exageraciones que estaban en contradicción con las intenciones del fundador. El 13 de noviembre Kentenich escribe al equipo directivo de las hermanas:

“Antes de partir para Valparaíso ordené un poco mis cartas, y entre ellas encontré un acto filial que habría sido realizado en el Santuario el 24 de octubre de 1948. Comienza con el canto “Tierra santa…” Luego viene una oración rezada por todas. Comienza así: “Padre, eres como una columna florida…” No puedo comprobar quién ha organizado el acto. Supongo que ha sido una propuesta de parte de Hermanas misioneras. Por favor, que la Hna. Anna lo averigüe. Lo que figura en la oración es algo absolutamente no sano, suena a endiosamiento de un ser humano y resulta difícil imaginar algo más exagerado. Le pido a la Hna. Anna que busque el texto y lo suprima en todas partes, incluso en la crónica, sin permitir que nadie lo lea. Si es posible, háganlo sin llamar la atención. La autora de la oración evidentemente tenía buena intención, pero fue muy mal aconsejada. Será muy bueno que oraciones de ese tipo sean primero sometidas a un sano control.”(8)

Por insistencia de varios obispos, y porque Hermanas y exhermanas habían acusado a Kentenich en Tréveris, del 19 al 28 de febrero de 1949 el obispo auxiliar Stein realizó una visitación de las Hermanas de María. En diálogo con los padres palotinos responsables, se evaluó todo el Movimiento en su compleja y complicada estructura. El dictamen final de Stein puso un punto final provisorio a las controversias de los años treinta:

“Se pone injustamente en tela de juicio la rectitud del ideario teológico de Schoenstatt y su sentido eclesial. La visitación canónica fortaleció esta convicción mía. […] Asimismo la designación de Schoenstatt como ‘creación predilecta’ u ‘ocupación predilecta’ de Dios y de la Sma. Virgen no es errónea en sí misma. Pero como puede dar pie a malentendidos, propongo establecer que solo se haga escaso uso de ella, y solo en contextos que no den pie en absoluto a malas interpretaciones”.(9)

De las conversaciones con los más estrechos colaboradores de Kentenich, el obispo auxiliar extrajo la conclusión de que la persona del fundador estaría demasiado fuertemente en primer plano, que incluso reclamaría una cierta “infalibilidad”. Se refirió sobre todo a la carta del 20 de enero de 1949. En ella se informaba sobre los actos de seguimiento al fundador y se los recomendaba, a fin de asociarse a su manera de proceder el 20 de enero de 1942 y a la subsiguiente decisión por el campo de concentración. Por entonces Kentenich había escrito desde la cárcel que su modo de actuar debía ser entendido sobre la base de la fe en la realidad del mundo sobrenatural y del entrelazamiento de destinos de la Familia de Schoenstatt. Conclusión de Stein tras conversar con los padres:

“Todas las personas del grupo de los colaboradores más estrechos del P.K. tienen en común un respeto extraordinario por el ‘Maestro’, respeto que les impide exponerle abiertamente cualquier duda personal. De alguna manera esa conducta está también motivada por el temor de caer en desgracia ante él”.(10)

Para las conversaciones con las Hermanas de María, Stein anotó algunas preguntas que fueron surgiendo en él al leer el material escrito y además el informe de una exhermana de María del año 1940. Tales preguntas giraban en torno de la interpretación del 20 de enero de 1942, la práctica de los “actos de seguimiento” y su relación con la obediencia perfecta, así como la relación con el P. Kentenich, quien se hallaba ausente de Schoenstatt desde hacía largo tiempo. La Dirección General acentuó el significado de los actos y su simbolismo, pero admitió que su acumulación constituía un problema y había llegado el tiempo de volcarlos a la vida. También las Hermanas formadoras del noviciado y terciado concedieron que quizás los “actos” se habían multiplicado en exceso y producido desvíos y exageraciones. A lo largo de la visitación, en varias conversaciones se expusieron acusaciones dirigidas directamente contra la persona del P. Kentenich. Tales acusaciones provinieron de las filas de Hermanas que tenían responsabilidades en el Movimiento. Las observaciones de que se trataría de Hermanas cuyas debilidades de carácter se habrían puesto de manifiesto desde hacía mucho tiempo, fueron interpretadas naturalmente como maniobras de descargo. La Hna. Anna, superiora general, manifestó su preocupación porque “desde Dachau el P. K. se mostraba excesivamente abierto a los actos filiales de las Hermanas, y de ese modo estaría fomentando exageraciones y desvíos. Que tales cosas no iban con ella, ya que ella era una mujer muy realista. Pero en lo que hacía a la intactidad, el P. K. era una persona totalmente intacta.”(11) Esto último fue ratificado por las Hermanas que expresaron sus reservas para con el P. Kentenich. La Hna. Agnes, que ya antes de la visitación tenía una relación de confianza con el obispo auxiliar Stein, “puso énfasis en que los ‘métodos de confesión´ del P. K. eran en sí mismos inobjetables. Ella no experimentó coacción alguna; jamás había encontrado nada objetable en esas cosas. Tal claro testimonio despejó en mí las últimas dudas que yo tenía en esa área en relación con la persona del P.K. Y ciertamente porque, de entre todas las Hermanas, la Hna. Agnes era la que había conservado en mayor medida una visión clara de la realidad, y por su sinceridad incondicional colaboró mucho para que yo pudiera abrirme paso en la ‘clausura espiritual’. Si a ello se suma que también la Hna. Beatrix subrayó que ella rechaza tales métodos no por razones de pureza sino de dignidad femenina, y que incluso la Hna. Pallotta está convencida de que el P. K. no piensa en nada malo [cuando aplica esos métodos], entonces ya no queda nada que sea directamente incriminatorio. Sea como fuere, tales métodos son muy riesgosos y sin duda no deben ser generalizados”.(12)

Stein arribó a la conclusión de que el pensamiento teológico de Kentenich y sus seguidores sería absolutamente ortodoxo, pero existían algunos puntos peligrosos. Estos serían “el peligro de la falta de independencia en plano del pensamiento y la voluntad”; “el peligro de una cierta rigidez”; el peligro de que la reserva de la comunidad “pudiese fomentar un cierto temor de ser vigilado y denunciado”; la insuficiente valoración de la Iglesia de cara a la valoración que se hacía de la propia Familia. Stein propuso poner a disposición más sacerdotes como confesores, y reflexionar sobre si no se debía dar a las Hermanas otro director general en lugar del P. Kentenich. Y en la formación poner especial énfasis en la autoridad de la Iglesia sobre la Obra de Schoenstatt.

Las reacciones del P. Kentenich a la visitación se produjeron enseguida. Antes de recibir de parte del arzobispo Bornewasser la versión oficial del informe oficial de la visitación el 27 de abril de 1949, el fundador había escrito ya trece cartas al visitador. Estas apuntaban a colocar en contextos más amplios los hechos de los que Kentenich había tomado conocimiento por la correspondencia epistolar con las Hermanas y los padres. Tales cartas fueron solo el preludio de la gran respuesta que Kentenich comenzó a escribir el 31 de mayo de 1949 en Santiago de Chile, y que concluyó dos meses más tarde con la quinta entrega. Esta “epistula perlonga” aborda detalladamente “Schoenstatt como problema pedagógico” y constata lo siguiente: “Tras haber examinado el ‘Informe’, al entendido no le resultará difícil ampliar el tema y ver a Schoenstatt como símbolo por excelencia del problema pedagógico de los instituta saecularia. Si estos quieren ser aptos para la vida y ser fecundos, necesitan ambas cosas: un derecho propio y una pedagogía propia. Dado el caso, esto último más que lo primero. Nosotros creemos tener una misión en ese sentido, por eso presentamos con gusto nuestra pedagogía para el debate público. Quien tenga conocimiento de la situación pedagógica de estos tiempos y su relación con la catástrofe de Occidente, quien conozca además los intentos de rescatarlo, ampliará instintivamente el marco y considerará a Schoenstatt como símbolo de la problemática pedagógica de todo Occidente.”(13)

1950-1953: La visitación apostólica

El P. Kentenich mantuvo esta perspectiva durante la década siguiente. En diversos momentos abordó las objeciones planteadas durante la visitación episcopal. En las “Conferencias de Quarten”, en febrero de 1950, explicó trasfondos y práctica del así llamado “examen filial”. El 2 de febrero de 1950 le escribe al arzobispo de Tréveris, Bornewasser:

“Le pido a Su Excelencia que considere mi franca claridad y mi indeclinable firmeza no como falta de respeto sino (de modo similar a lo que sucedía en los grandes períodos de florecimiento de la Iglesia) como expresión de una seria responsabilidad solidaria. Sé cuánta gratitud debemos mis seguidores y yo a Su Excelencia y a sus consejeros y colaboradores directos. Con extraordinaria generosidad Su Excelencia ha permitido que nuestras hermanas acumulasen experiencia durante veinte años sin ser molestadas, y eso en tiempos en los que el derecho canónico le otorgaba la potestad de intervenir y poner trabas. Luego de la publicación del marco jurídico apostólico, Su Excelencia no solo hizo gestiones con noble generosidad para que fuese aprobada la comunidad de las Hermanas sino que también se esforzó con éxito por la justificación de toda la Obra ante el episcopado alemán. Esos valiosos y memorables hechos quedarán consignados indeleblemente en el libro de nuestra Familia y de la historia de la Iglesia alemana. Pero desde Dachau creo tener la obligación de cambiar mi anterior táctica de guardar silencio y mantener una actitud de prudente empatía y reserva, y (tal como lo expresara frecuentemente en mis cartas oficiales) presentarme ahora delante del foro público de la Iglesia haciendo uso de una incondicional franqueza, a fin de no hacerme culpable con otros de la gran catástrofe que se cierne sobre Occidente. Quizás Su Excelencia interprete tal actitud como engreimiento y arrogancia, pero debe entender que ella es, al menos subjetivamente, el fundamento de mi manera de proceder y por lo tanto merece, si no reconocimiento, al menos tolerancia. La avanzada edad y meritoria vida de Su Excelencia le otorga el derecho de hacerse abrir pronto las puertas de la eternidad. Cuando allí contemple la verdad eterna en la luz divina y experimente el amor eterno, quiera Su Excelencia implorarnos a todos nosotros la gracia de ser preservados de errores del entendimiento y de desvíos del corazón, y jamás confundir deseos egoístas con el deseo y voluntad de Dios”.(14)

Para ese entonces el arzobispo de Tréveris ya había solicitado a Roma aplazar el reconocimiento de las demás comunidades de Schoenstatt como institutos seculares. El 27 de mayo de 1950 Bornewasser solicitó a la Congregación para los Religiosos un nuevo examen de las Hermanas de María en relación con el principio parental y la renuncia de la Hna. Anna a su cargo de superiora general, acompañando la solicitud con dos dictámenes de su obispo auxiliar Stein. Solicitó además que el P. Kentenich no fuese más director espiritual y que un capítulo general eligiese una nueva Dirección. Pero no fue la Congregación para los Religiosos la que actuó, sino que el asunto fue derivado al Santo Oficio, la autoridad máxima de la Curia, que el 15 de marzo de 1951, mediante decreto oficial, designó al P. Sebastian Tromp SJ, holandés, visitador apostólico para el Movimiento Apostólico de Schoenstatt. Las primeras conversaciones con el P. Kentenich, quien había sido llamado a Roma, comenzaron el 24 de abril de 1951. El resultado fue que el P. Kentenich no se declaró dispuesto a renunciar a sus cargos.

El 31 de julio de 1951 Kentenich fue destituido de su cargo de director general de las Hermanas de María. Con un decreto complementario (10 de agosto de 1951) se daba a las Hermanas instrucciones concretas relativas a terminología y giros lingüísticos, así como a la supresión de literatura schoenstattiana. Se nombró nuevo Asistente al P. Josef Friedrich. Las Hermanas fueron liberadas de toda obligación de conciencia en relación con el P. Kentenich.

Hasta hoy no se ha podido reconstruir con exactitud el transcurso de la visitación apostólica. De todas maneras concluyó en agosto de 1953 con la aceptación de un “estatuto general” para la Obra de Schoenstatt y la entrada en vigencia de nuevas constituciones para las Hermanas de María. El P. Kentenich debía continuar en Milwaukee, lugar de su exilio.

1945 y años siguientes: Los Sacerdotes de Schoenstatt, ¿instituto secular?

Entre tanto habían surgido nuevos problemas. Desde comienzos de los años 20 muchos sacerdotes diocesanos se habían integrado al Movimiento de Schoenstatt. Cuando se presentó la posibilidad de los institutos seculares, el núcleo de dicha comunidad de sacerdotes quiso emprender también ese camino; querían constituir un instituto secular sin abandonar la vinculación al obispo.

Luego de su regreso a Alemania, en marzo de 1950, el P. Kentenich visitó a doce obispos alemanes, o bien vicarios generales, para exponerles esa intención y ganarlos para la fundación de un instituto secular. Las reacciones fueron de gran reserva, también porque Tréveris insistía en esa reserva.

Con tales planes los sacerdotes de Schoenstatt tropezaron con otro “avispero”: las Hermanas de María eran consideradas, incluso en su calidad de instituto secular, como estrechamente ligadas a la Sociedad Palotina. Así se ponía de manifiesto en la sigla SAC (Societas Apostolatus Catholici) inscrita detrás de su nombre. En cambio ya desde los años veinte se aspiraba en las filas de los sacerdotes a considerarse “pars motrix et centralis” del Movimiento y entrar así en competencia con los palotinos. Si bien hasta 1956 el P. Kentenich sostuvo férreamente que los palotinos tenían el principal papel en cuanto a velar por el Movimiento y ser responsables de él, esa tensión pasó a conformar otro punto más de confrontación que sobre todo se puso de manifiesto en la segunda mitad de los años cincuenta y la primera de los años sesenta.

1953-1964: La comunidad de los palotinos

Mientras el P. Kentenich hallaba cada vez más un aliado en el superior de los palotinos, P. Adalbert Turowski, un aliado que lo apoyaba y defendía donde fuese posible, justamente su provincia de origen se apartó de él. En efecto, el provincial, Heinrich Schulte, con quien Kentenich había promovido en Dachau un “desposorio” entre Sociedad Palotina y Movimiento, “desposorio” que sería retomado por el capítulo general de 1947, se distanció de Kentenich en carta con fecha 25 de enero de 1952 dirigida a Turowski:

Debía “quedar fuera de duda la actitud fundamental de nobleza y sinceridad, de fe en la misión, de obediencia y de sentido eclesial. Igualmente debía ponerse de relieve que existe una concepción distinta sobre el modo correcto de proceder y la aplicación práctica, especialmente también en relación con la autoridad de la Iglesia”. (15)

En la preparación del capítulo general de 1953 se hizo cada vez más patente la diversidad de opiniones sobre una convivencia de Schoenstatt y palotinos. En razón de que posiblemente la mayoría de los capitulares habría estado a favor de la reelección de Turowski, se envió al capítulo al benedictino Ulrich Beste en calidad de comisario del Santo Oficio. Beste excluyó los temas y candidatos no gratos y luego de la votación proclamó el resultado: el nuevo superior general sería el P. Wilhelm Möhler. Dado que poco después entró en vigor el estatuto general, Möhler pasó a encabezar la Presidencia General. En los años siguientes se agudizaron las tensiones en torno de la cuestión de si Schoenstatt debía ser considerado como una fundación independiente o bien derivación de la Obra de Vicente Pallotti. La “cuestión del modelo” [Schoenstatt como fundación independiente o derivación de la Obra de Vicente Pallotti] exigía una decisión. Esta situación provocó en las comunidades de Schoenstatt una nueva toma de partido por el fundador desterrado, llevó a algunos a abandonar la comunidad palotina y promovió acciones tendientes a fundar una comunidad sacerdotal separada de los palotinos.

A esta agudización contribuyó el hecho de que el Santo Oficio, a pesar de la conclusión oficial de la visitación apostólica, seguía interviniendo, y ejercía influencia sobre los obispos alemanes, sobre todo sobre el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal de Colonia, Frings, para que disciplinara también las comunidades laicas de Schoenstatt. Lo que Frings ponía obedientemente en práctica todavía en 1960, lo denunció públicamente tres años más tarde en el Concilio, en un discurso que pronunció sobre los métodos del Santo Oficio.

1962-1966 : El Concilio desata los nudos

El Concilio Vaticano II ofreció la base sobre la que abordar cada una de las cuestiones pendientes en relación con Schoenstatt. Entre tanto varios obispos de Alemania y de la Iglesia universal solicitaron una solución. Había pues que solucionar tres puntos:

• Schoenstatt debía salir del ámbito de competencia del Santo Oficio. Una presentación de los cardenales Frings, Döpfner, Silva y Rugambwa a Juan XXIII tuvo como resultado que el 2 de enero de 1963, pocos días antes de la canonización de Vicente Pallotti, la cuestión de Schoenstatt, con excepción de un posible regreso del fundador, fuera derivada a la Congregación para los Religiosos.

• El 3 de diciembre de 1963, en virtud de un escrito del cardenal Antoniutti, se designó al obispo de Münster, Höffner, moderator et custos de la Obra de Schoenstatt, y a Mons. Wilhelm Wissing como su vicario. A la vez se anunció una nueva visitación que debía ser llevada a cabo por el provincial de los dominicos de Ecuador, Hilarius Albers. En febrero de 1964 la Conferencia Episcopal alemana recomendó que se separase a Schoenstatt de la comunidad palotina, se redactase un nuevo estatuto general y se nombrase un obispo alemán como encargado de Schoenstatt. Si bien los palotinos alemanes manifestaron en varias cartas su oposición, por decreto del 6 de octubre de 1964 se dispuso la autonomía de Schoenstatt.

• En el verano de 1965 comenzó a observarse movimientos en la cuestión del regreso del P. Kentenich de Milwaukee. Convocado a Roma por medio de un telegrama sobre cuyo origen se siguen haciendo conjeturas hasta hoy, en la última sesión del Concilio se decidió también el destino del fundador. El 20 de octubre de 1965 el caso Kentenich pasó a la Congregación para los religiosos: “Res remitatur ad S. Congregationem de Religiosis”. El obispo auxiliar de Münster, Tenhumberg describe en su diario el acontecimiento: “A las 10.30 [del 23 de octubre de 1965] me dirigí nuevamente al Santo Oficio. Las audiencias habían concluido. Pero sorpresivamente se convocó una sesión urgente a la que debía asistir el cardenal Ottaviani. Se realizaba en el mismo edificio. Luego de haberme comunicado en líneas generales, por deseo del cardenal, los resultados más relevantes, Mons. Agustoni (16) va en busca del cardenal (evidentemente tras previo acuerdo) a la sala de reunión y lo trae a mi presencia. Su Eminencia Ottaviani reitera entonces (luego de disculparse por recibirme de pie en la antecámara de la sala de reunión): Que el Santo Oficio había decidido lo siguiente: Si el P. Kentenich quiere salir de la Sociedad Palotina, puede hacerlo. Tiene entonces que buscar un episcopus benevolus. Una vez que lo halle, puede pasar a ser sacerdote diocesano. Todas las cuestiones relativas a ese paso ya no han de tratarse más con el Santo Oficio sino con la Congregación para los Religiosos. Esta Congregación sería ahora la competente para todos esos asuntos. Le pregunté entonces si tal medida significaba que el Santo Oficio había derivado a la Congregación para los Religiosos ‘tota causa fundatoris’, y Su Eminencia me respondió muy clara e inequívocamente: ‘Así es’. Poco tiempo más tarde, para estar seguro, volví a plantearle una pregunta similar en el mismo contexto, y recibí la misma respuesta, con la fundamentación de que toda la causa de Schoenstatt estaba en la Congregación para los Religiosos, por lo tanto era conveniente que en el futuro también la causa fundatoris fuera tratada allí. Que no sería bueno que dos dicasterios se ocupasen de asuntos tan estrechamente ligados entre sí. De ahí que en todas estas cuestiones podríamos dirigirnos a la Congregación para los Religiosos. A mi pregunta de cómo sería el modus procedendi, respondió que el Santo Oficio enviaría el correspondiente decreto a la Congregación para los Religiosos y que entonces esa Congregación se encargaría en lo sucesivo de reglamentar todo. (17)

El P. Kentenich obtuvo así el permiso para salir de la Sociedad Palotina. En su octogésimo cumpleaños fue incorporado al clero de la diócesis de Münster. Luego de la clausura del Concilio se le permitió regresar a Alemania para pasar allí los días de Navidad. Una audiencia con el papa Pablo VI constituyó una señal visible de la nueva libertad de movimiento conquistada. En enero de 1966 el obispo Höffner comunicó a los obispos alemanes que se trataría de una aclaración de la relación entre Schoenstatt y los palotinos. “No veo en el Movimiento de Schoenstatt ningún peligro para la doctrina de la fe y la moral de nuestra Iglesia. En la era posconciliar ciertas crisis en la concepción y en la proclamación de la doctrina de la fe y de la moral de nuestra Iglesia radican en otra parte”.18 Con la carta del cardenal Antoniutti al obispo Höffner con fecha 16 de marzo de 1966 concluyeron los años del examen teológico de Schoenstatt, de las visitaciones episcopal y apostólica, así como del alejamiento del fundador de su Obra: “Ex parte huius Sacrae Congregationis nihil obstat quominus, Pater Kentenich suum excerceat apostolatum sub ductu et vigilantia Excellentiae Tuae, et confidit illum prudenter et fructuose adlaboraturum, ad concordiam fovendam inter Societatem Apostolatus Catholici et Institutum Saceculare schoenstattense, juxta indicationes ipsi suo tempora datas nomine et auctoritate summi Pontificis”. 19

[Nada obsta de parte de esta Santa Congregación para que el P. Kentenich desempeñe su apostolado bajo la guía y vigilancia de Tu Excelencia, y confía en que trabajará de manera prudente y fecunda para fomento de la concordia entre la Sociedad del Apostolado Católico y el instituto secular schoenstattiano, según las indicaciones que le fueran dadas en su momento en nombre y por autoridad del Sumo Pontífice.]

Para poder ordenar los hechos en torno de la figura del P. Kentenich hay que desenmarañar muchos hilos. El presente artículo ha querido hacer una pequeña aportación a esa tarea. Muchos acontecimientos solo han podido ser esbozados y requieren un estudio más detallado. Pero tendría que haber quedado claro que para ello hace falta algo más que una rápida ojeada sobre material de archivos recientemente abiertos.


1 Carta de Hilfrich a Bornewasser, 27 de febrero de 1935.
2 Kentenich a Bornewasser, 26 de abril de 1935.
3 Perito Pappert, 3 de abril de 1937.
4 Joachim Schmiedl, Die Schönstatt-Bewegung in den Verhandlungen der Deutschen Bischofskonferenz 1943- 1960, en: Regnum 53 (2019), 80-88.
5 Véase: Joachim Schmiedl, El examen filial. Sobre las acusaciones contra el P. José Kentenich, en: HerderKorrespondenz 74 (2020), n. 9, 13-15.
6 En alemán: “Vater”, término aplicado comúnmente al padre de familia. El trato dispensado al P. Kentenich, en su condición de sacerdote miembro de una comunidad religiosa, era el vocablo latino “Pater”. En alemán existe pues una diferencia en el uso de ambos términos. En cambio en castellano utilizamos una misma palabra para designar tanto al padre de familia como al sacerdote (religioso o no): “padre” (N. del T.).
7 Kentenich a Stein, 14 de marzo de 1949.
8 Kentenich al equipo directivo, 13 de noviembre de 1948.
9 Stein, Informe sobre la visitación canónica del Movimiento Apostólico de Schoenstatt del 19 de febrero al 28 de marzo de 1949, 6.
10 Íd., 13.
11 Íd., 19.
12 Íd., 19.
13 José Kentenich, Epistula perlonga, parte I.
14 Kentenich a Bornewasser, 2 de febrero de 1950.
15 Schulte a Turowski, 25 de enero de 1952.
16 Secretario del cardenal Ottaviani.
17 Diario de Tenhumberg, 23 de octubre de 1965.
18 Höffner a los obispos, 24 de enero de 1966.
19 Antoniutti a Höffner, 16 de marzo de 1966.